Durante años, la simple mención del Triángulo de las Bermudas despertaba un escalofrío. Relatos de barcos desaparecidos sin dejar rastro, aviones que se desvanecían en el aire y señales de auxilio interrumpidas abruptamente crearon uno de los mitos más persistentes del siglo XX. Aquella región, delimitada aproximadamente entre Miami, las Bermudas y Puerto Rico, parecía haber sido tocada por un enigma que desafiaba toda explicación lógica.
Las historias crecieron con cada década. Libros, documentales y titulares sensacionalistas convirtieron al Triángulo en una leyenda moderna. No era solo una ubicación geográfica: era el escenario de lo inexplicable. Pero hoy, su nombre casi no se escucha. ¿Qué pasó? ¿El misterio se resolvió o simplemente perdió fuerza frente a una sociedad cada vez más escéptica?
Acompáñanos a recorrer los orígenes, el apogeo y la lenta desaparición del mito del Triángulo de las Bermudas. Lo que una vez pareció indescifrable, hoy se revela bajo la luz de la evidencia.
El nacimiento de una leyenda en aguas abiertas
Aunque hay registros de desapariciones anteriores, fue en 1950 cuando el periodista Edward Van Winkle Jones publicó una nota en The Miami Herald mencionando una serie de incidentes extraños en la zona. Cinco años más tarde, otro escritor, Vincent Gaddis, acuñó por primera vez el término “Triángulo de las Bermudas” y recopiló supuestas desapariciones en su libro The Deadly Bermuda Triangle.
A partir de ese momento, el mito comenzó a tomar forma. El vuelo 19 —un escuadrón de aviones militares que desapareció en 1945 durante una misión de entrenamiento— fue uno de los casos más citados. A eso se sumaron embarcaciones comerciales, vuelos civiles e incluso mensajes de radio interrumpidos de manera abrupta. Todo parecía apuntar a una anomalía inexplicable, una zona maldita o incluso una puerta a otra dimensión.
El relato se alimentaba de la incertidumbre. Cuanto menos se explicaba, más fascinaba. La década de los 70 y 80 fue su auge absoluto, con múltiples publicaciones, teorías paranormales e incluso menciones en producciones de Hollywood.
Lo que dice la ciencia (y por qué no fue noticia)
A medida que el mito crecía, también lo hacía el interés de científicos, meteorólogos y expertos en navegación. Estudios detallados comenzaron a demostrar que muchas de las desapariciones no eran tan misteriosas como se pensaba. Algunas jamás ocurrieron realmente, otras fueron reportes confusos, y muchas podían explicarse por condiciones climáticas extremas, errores humanos o fallas técnicas.
Por ejemplo, el famoso caso del vuelo 19 fue posteriormente analizado por la Marina de los Estados Unidos, que concluyó que los pilotos probablemente se desorientaron por un fallo en la navegación y se quedaron sin combustible. Lejos de un fenómeno sobrenatural, fue una tragedia humana.
También se descubrió que, en comparación con otras zonas del océano con tráfico similar, el Triángulo de las Bermudas no presenta una tasa de incidentes fuera de lo normal. Es decir, no hay datos estadísticos que lo hagan más peligroso que cualquier otro tramo de mar abierto.
Incluso teorías físicas como los supuestos “campos electromagnéticos extraños” o “burbujas de gas metano” fueron desestimadas por la falta de evidencia concreta o impacto real en los sistemas de navegación moderna.
El rol de los medios en su ascenso y caída
Si bien el fenómeno encontró un terreno fértil en la imaginación popular, su auge no se puede entender sin el empuje mediático. Los titulares misteriosos vendían. Las teorías imposibles se consumían con entusiasmo. Era la época dorada del misterio como entretenimiento.

Pero con la llegada de internet y el acceso masivo a fuentes de verificación, el Triángulo de las Bermudas dejó de ser noticia. A diferencia de décadas anteriores, las nuevas generaciones crecieron con una actitud más crítica hacia lo paranormal, y el mito fue desplazado por otros fenómenos virales.
Hoy, el Triángulo sobrevive más como referencia cultural que como inquietud real. Es parte de una nostalgia por los enigmas que marcaron otra época: cuando lo desconocido nos desvelaba y las respuestas parecían reservadas solo para los más osados.
Una conclusión que no desaparece con el tiempo
El Triángulo de las Bermudas fue, en su esencia, una combinación de relatos acumulados, falta de información y una narrativa seductora. Su poder no estaba en lo que ocurría, sino en lo que creíamos que podía ocurrir.
La ciencia desmontó el misterio con paciencia, pero su popularidad revela algo más profundo: la necesidad humana de encontrar lo extraordinario en lo cotidiano. Aunque hoy el Triángulo ya no sea una amenaza en los radares, sigue siendo un símbolo de cómo la fascinación puede nublar la razón… y de cómo, con el tiempo, la razón puede devolvernos la calma.